MIS CRISIS DE LACTANCIA PARTE 2

crisis de lactancia

 

Chicas!! Seguimos con la segunda parte de nuestra invitada. Muy feliz de poder compartir su experiencia.

 

Segunda crisis: los cólicos

 

Ya una de mis mejores amigas me lo había recomendado desde mi embarazo: “Suspende los lácteos desde un mes antes del nacimiento y durante la lactancia”.

 

¿Qué, qué?, ¡pero si los quesos, la leche, el chocolate y todas esas delicias son mi talón de Aquiles! Por supuesto ignoré su consejo y nunca lo hice. Bueno, pues ya les había dicho que mi bebé lloraba de cólico frecuentemente desde que nació y por eso el pediatra me había recomendado lactancia exclusiva, suponiendo que dichos dolores eran causados por la proteína de leche de vaca que tenía la leche de fórmula. Sin embargo, pasaba el tiempo y mi hijo aún tenía dolor y lloraba, sobre todo por las noches. Fular, sacar el aire cada tantos, evitar el chupón, gotitas de para los cólicos y un sin fin de consejos que recibíamos y hacíamos al pie de la letra. Nada parecía funcionar.

 

Como primerizos, paramos un día a las 2 de la mañana en la sala de urgencias del hospital. Sí, por cólicos. Podía también ser parte de nuestra ignorancia como padres nuevos y que nos sentíamos también un poco solos en este ejercicio, pues vivíamos en una ciudad, sin familiares cerca, pocos amigos, donde solo un par eran padres. 

 

Esta crisis no se resolvió, evolucionó hasta convertirse en una…

 

Tercera crisis: manchitas de sangre en los pañales con popó.

 

Ocurrió cinco veces, cuando mi bebé tenía entre tres y cuatro meses de edad. Aunque siempre fue en muy poca cantidad, el hecho nos asustaba y tenía toda nuestra atención.

 

Por supuesto -y para no variar- cuando observamos el primer pañal con vetas de sangre corrimos al hospital. Ahí estuvimos a las 3 de la mañana haciéndole estudios y extrañados aún más cuando la respuesta de los médicos fue: “Parece que no es nada, mañana visite a su pediatra para dar seguimiento. Nosotros también le informaremos de su visita y le enviaremos estos estudios de laboratorio”.

 

Al siguiente día, en los 10 minutos de consulta, el pediatra revisó los estudios y con voz muy calmada me dijo que continuara con la lactancia, que no parecía nada de cuidado, que a veces sucedía; pero que si pasaba nuevamente, lo buscara. No explicó más.

 

Mi bebé también lloraba minutitos después de que empezaba a comer. Así comenzaba a pasarnos en cada toma. Me pegaba, rechazaba mi pecho, no comía pero tenía hambre. A la semana, volvió a hacer con tantita sangre. El pediatra tomó muestras, mandó a laboratorio y recomendó continuar con la lactancia. Èl se veía muy tranquilo, no daba más explicación y eso me enojaba. Sabía que era un hombre muy preparado y con poco tiempo, pero los padres nuevos estamos llenos de miedos y desconocemos mucho, quizás para él sea rutinario, pero para nosotros no lo era.

 

Yo ya me había informado en San Google, en la página de La Liga de la Leche, en la de Kellymom y similares. Sabía que podía ser por mi sobreproducción de leche o por alergia a la proteína de la leche de mi dieta o a otros alimentos. Fisuras anales y en mi pezón ya estaban descartadas. Cuestioné sobre ello al pediatra y sólo me contestó que por la cantidad no era nada alarmante (ok, para él no, para mísí) y que para mi tranquilidad, podía consultarlo adicionalmente con algún gastropediatra.

 

Al día siguiente estábamos con la gastro quien después de hacer un test rápido al pañal sucio, detectó que tenía sangre. No era visible pero ahí estaba. Mi temor aumentó, obviamente. “¿Qué estoy haciendo mal?, ¡Mi leche lo está dañando!, ¡Soy tóxica para mi bebé!…”, eran mis pensamientos. La doctora me dijo que bien podría ser por la leche de vaca que aún consumía, pero también por la soya, el pescado, el huevo, el aguacate, el trigo y una lista infinita de alimentos. Yo lloraba de impotencia y temor de enfermar a mi hijo. Me regaló tres latas de fórmula de leche hipoalergénica e hidrolizada, en caso de que continuara el sangrado y necesitáramos migrar a fórmula. No explicó más y me citó en una semana.

 

Mis ánimos estaban por el suelo, después de algunos meses de lactancia “sin problemas”, tendríamos que suspender. Estaba muy triste. Una parte de mí quería aventar la toalla, pero la otra me gritaba que investigara más.

 

Llamé a tres asesoras de La Liga de la Leche local. Una acababa de parir y no podía atenderme, otra nunca contestó y la última me asesoró muy linda y paciente por teléfono, pues tenía una semana complicada: “No le des la fórmula, continúa tú como antes, deja los lácteos y en 15 días verás resultados” me aconsejó. Así lo hice, pero volvió a aparecer sangre (por última vez) y recuerdo que mi esposo me dijo: “haz hecho todo y no funciona, intentemos con fórmula”. Preparó un biberón e intentó darlo a nuestro bebé, pero no hubo cómo. Mi hijo lo rechazó una y otra vez.

 

Esa semana por fin encontré a una pediatra que, además de ser asesora de lactancia, también era investigadora en el tema. Cuando la visité me pidió darle de comer frente a ella, confirmó que teníamos buena postura y él ya no me rechazaba (ya habían transcurrido los 15 días sin lácteos), todo parecía normal. Me explicó detalladamente cómo a algunos bebés les afecta la proteína de la leche de vaca y esa era una de sus manifestaciones. Me entregó un documento, donde la Academy of Breastfeeding Medicine recomienda no suspender la lactancia a menos que la cantidad de sangre comprometa la salud del bebé y sólo modificar la dieta de la madre.

 

Creo que esa explicación detallada debió darse desde un principio con nuestro pediatra. Entonces, la solución y nuestra tranquilidad habrían llegado mucho antes.

 

En fin, yo apostaba a dar leche matera a mi hijo hasta el año. Hoy llevamos 14 meses y parece que por el momento ninguno de los dos estamos listos para un destete. Por supuesto, esto ya no lo considero una crisis de lactancia, por el contrario.

 

Estos son solo tres ejemplos de cientos de crisis que las madres enfrentamos durante el maratón de la lactancia, ¿Cuáles fueron las tuyas?

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